martes, 2 de octubre de 2012

Otro páramo lejano.

Abrir los ojos, oscuridad profunda. -He vuelto a caer, mierda -me dije. Siempre pensé que incluso en el rincón más oscuro podría estar esa tenue luz esperando ser encontrada. Y bien sabe Dios, si es que está allí arriba como creen muchos necios, que aquello no era una habitación oscura, era un laberinto a ciegas. Pero, ¿qué demonios? había tiempo, o eso pensé al principio. Tiempo de encontrarla, de perdonar y empezar algo indescriptible. Creí que esa luz estaría esperando por mi, brillando, queriendo ser una estrella. Mas no iba a ser tan fácil, por supuesto. Deambulé de un lado a otro por ese laberinto, no estaba dispuesto a rendirme. Había alguien amenazando con robarme aquella luz tan calurosa y que parecía estar hecha para darme calor a mi, y no es algo que pudiera permitir, nadie merecía más que yo encontrar ese rincón y ese calor que prometía darme, y nadie más que ella merecía todo aquello que estaba dispuesto a dar para que brillara más que nunca. A veces, imaginaba, ya maltrecho y herido desde el principio, su voz pidiendo que viniera. Pasaron los días, las semanas. Cada vez estaba todo más oscuro, incluso cuando parecía imposible tal cosa. Muchas esquinas, más que rincones, pues no hacía más que llevarme golpes que trataban de tumbarme de un lado a otro, con mala rabia, y no encontraba refugio. Lo daba por perdido, pero qué más podía hacer que tratar de buscar la forma de encontrar esa luz... seguí, esperando que algún día, por el motivo que fuera, pudiera sentirla en mis manos, no había cosa que más pudiera desear en la vida. Tal vez llegué tarde, tal vez nunca debí intentarlo siquiera. Pero, ¿sabes?, nunca me arrepentiría de buscar la felicidad, y yo me guiaba con el corazón para llegar donde hiciera falta. No, pero era tarde, muy tarde. La luz no estaba allí, en ningún rincón, llegué hasta el último en busca de ella, después de explorar todos y cada uno de los rincones, aun tenía la esperanza de que, aunque fuera en el último, estaría allí, y yo estaba dispuesto a perdonar que se hubiera ido tan lejos, huyendo con otro. Ahí me quedé. Rodeado de la oscuridad más infinita, solo, apartado, maldiciendo que alguien que había abandonado aquello que yo tanto deseaba con todo mi alma, había vuelto a por ello para jugar, y se había salido con la suya. Maldiciendo ser la persona correcta, en el momento equivocado.
Quizá hayas comprendido, que esa luz era tu corazón y que ese laberinto lleva por nombre el de un mes. Mi corazón permanecerá en ése último rincón cansado de dar vueltas. Hasta que, tal vez, algún día esa luz comprenda quién la amó siempre de verdad y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por demostrarlo, y quién dejó de querer realmente esa luz hace tiempo. ¿Yo? ya soy consciente de muchas cosas. De quién estuvo de verdad durante ese laberinto, de quién fue un hombro sobre el que llorar. De quién me falló y de quién esconde tras una máscara de bondad cosas horribles. Cometí muchos errores, pagué alto el precio de ese juego y me alejé de los que me importaban por tratar de resolver algo que huía de tener solución. Nadie luchará tanto por esa luz nunca, ni la querrá tanto. Y eso ya no es algo que sólo Dios puede saber, sino que esos que siempre estuvieron ahí, saben de sobra.

Tal vez nunca es tarde para las almas gemelas, y algún día los sueños realmente se cumplan. De momento, esperaré a que alguien me encuentre aquí, en éste páramo de silencio vacío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario